Desde la era guanche hasta la actualidad, Tenerife ha vivido una transformación constante, adaptándose a los cambios históricos y económicos. Hoy, su historia es parte fundamental de su atractivo turístico, ofreciendo a los visitantes un viaje en el tiempo a través de sus monumentos, paisajes y tradiciones.
¡Descubre Tenerife y sumérgete en su historia y belleza inigualable!
Antes de la llegada de los conquistadores europeos, Tenerife era conocida por sus habitantes guanches como Achinech o Chenet. La isla estaba dividida en menceyatos, pequeños reinos gobernados por menceyes. Esta división se originó tras la muerte de Tinerfe el Grande, quien gobernaba desde Adeje y cuyo legado fue fragmentado entre sus nueve hijos. Así se establecieron los siguientes menceyatos:
Taoro (actualmente Puerto de la Cruz, La Orotava, La Victoria de Acentejo, entre otros).
Güímar (comprendía El Rosario, Candelaria, Arafo y Güímar).
Abona (incluía Fasnia, Arico, Granadilla de Abona y San Miguel de Abona).
Anaga (Santa Cruz de Tenerife y San Cristóbal de La Laguna).
Tegueste, Tacoronte, Icode, Daute y Adeje también formaban parte de la división territorial.
Además, existía el Achimenceyato de Punta del Hidalgo, gobernado por Aguahuco, hijo ilegítimo de Tinerfe el Grande.
La conquista de Tenerife por la Corona de Castilla fue la última de las Islas Canarias. En 1494, Alonso Fernández de Lugo lideró la expedición castellana. Sin embargo, los guanches, liderados por el mencey Bencomo, infligieron una dura derrota a los conquistadores en la Primera Batalla de Acentejo. Finalmente, en 1496, tras las batallas de Aguere y la Segunda Batalla de Acentejo, la isla fue sometida y anexionada al Reino de Castilla.
Tras la conquista, la población guanche fue esclavizada o asimilada. La llegada de colonos de diversas partes de Europa (Portugal, Flandes, Italia, Alemania) cambió radicalmente la demografía de la isla. Se introdujeron nuevos cultivos como la caña de azúcar, que pronto se convirtió en la base de la economía local.
Durante estos siglos, la isla se convirtió en un importante centro comercial en el Atlántico. El cultivo de la vid y la producción de vinos, especialmente el famoso "Malvasía", impulsaron la economía. Sin embargo, Tenerife también sufrió ataques de corsarios y piratas, como el intento fallido del almirante británico Horatio Nelson de invadir Santa Cruz en 1797, donde perdió un brazo en batalla.
La economía de la isla experimentó altibajos debido a la caída del comercio del vino y la competencia con otras colonias. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XIX, la producción de cochinilla (usada para tintes) y el cultivo del plátano devolvieron cierto auge económico.
Con el siglo XX, Tenerife comenzó su transformación en un destino turístico. Aunque la isla sufrió los efectos de la Guerra Civil Española y la dictadura franquista, en la década de 1960 el turismo emergió como el principal motor económico. Se construyeron infraestructuras modernas, aeropuertos y hoteles que atrajeron visitantes de todo el mundo.
Hoy, Tenerife es una isla moderna que combina su rico patrimonio histórico con un turismo sostenible. Atrae a millones de visitantes anualmente gracias a su clima, playas, Parques Nacionales como el del Teide y su vibrante cultura. Además, sigue evolucionando con iniciativas de energías renovables y conservación del medio ambiente.
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